jueves, 17 de julio de 2008

De vuelta al trabajo

Realmente fue ayer cuando me reincorporé a la vida laboral pero la jornada fue tan frustrante que cuando llegué a casa, no tenía fuerzas de contarte nada.

Nada más cruzar la puerta del trabajo, comenzaron las sorpresas. Mi lugar estaba ocupado por un alma cándida que viene cada verano a 'aprender', así que, por cortesía, le cedí el sitio. A continuación llegó la avalancha: "A partir de ahora te pasas a otro área para ayudar a tu compañera y, por cierto, también sigues con la tuya". Esto sólo fue el principio porque en otro punto de la empresa me esperaba una reprimenda.
- ¿Por qué no ha salido nada de lo que te encargué?, me requirió.
- Pero si estaba de vacaciones-le contesté yo.
- ¿Y por qué no lo ha hecho otra persona?"-me dijo enfadada.
Y yo que sé, me respondí a mi misma. "Pregunta a los jefes"-le dije. Pero la bronca ya me había caído.

Volví para mi nuevo asiento e hice una pequeña mudanza (libretas, agendas, bolis, carpetas...) Y me puse a trabajar. Pero al rato me di cuenta de que realmente estaba más perdida que el barco del arroz. Sin mi ordenador, tras quince días de huida y con nuevas ocupaciones me sentía descolocada. Tras varios intentos de encariñarme con la nueva ubicación, solicité el cambio. "Necesito mi ordenador, mi mesa y mis cosas"-pedí desesperada. Creo que le di tanta pena al jefe que no puso pegas para la segunda mudanza del día. Una vez de vuelta a mi 'lugar', las piezas del puzzle empezaron a encajar poco a poco. Menos mal.

Pero la vuelta al curro también tienen sus recompesas, re-encontrarse con los compis. Tengo la fortuna de llevarme bastante bien con ellos, así que, mientras me intentaba olvidar de la playa y me esforzaba por recordar dónde estaban las letras en el teclado, comentábamos cómo habían sido las dos semanitas estivales.

De esta forma transcurrió el primer día de trabajo. Con vueltas como ésta, ¿quién quiere irse de nuevo?

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